miércoles, 4 de febrero de 2009

429XXI

El cielo estaba alegremente arrebolado pero amenazaba con llorar a cada segundo.
Encontré en un pedazo de hoja un consuelo débil a ésta soledad ingrata.
Escribo algo, escribo poco y mi mente se oscurece al vaciar mis memorias sobre ése papel callado que ahora, de pronto cobra vida.
Luego lo leo y comienzo a olvidar y ahora mis recuerdos están ahí, pasmados para siempre para que yo lo vea si quiero acordarme. Salgo deprisa a buscar el libro donde Neruda Confiesa que ha vivido, tomo una micro entro en la biblioteca.
Subo de a dos en dos los peldaños y parece que hace tiempo que no me movía , esquivo las dos lesbianas que viene saliendo sospechosamente felices del baño y me siento a leer lo que he escrito porque ya lo he olvidado.
En el cuaderno abundan notas diciendo algo como "Erika del futuro: no te olvides hacer tan o cual cosa" con un PS que ríe: "tienes que estar muy loca para hacer ésto". Escribir ahí duele porque el alma me canta más rápido que la mano y se me van las ideas y luego no vuelven. Escribo acá y aunque no duele ningún recuerdo aparece.
Están todos ahí, tirados y puedo matarlos cuando me dé la gana.
Los meto bajo el colchón y me gritan en la noche, ésos fantasmas del pasado y no sé qué dicen porque no lo recuerdo.
El sonido existe para quién lo oiga.
Los hechos para quién los recuerde.
Las personas....

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