lunes, 22 de noviembre de 2010

Llevaba el océano en el vientre y caminaba quizás, bajo las alas del cuervo. Bajo las alas del cuervo vivía la noche.
Sus ojos refulgían como la más hermosa apoptosis de estrellas y su cabeza se tildaba quásares milenarios.
Además en sus manos traía un paraguas. No te enojes, susurraba tristemente. Pisaba la arena sin huellas en un mundo crepuescular, en cualquier momento el cielo se echaba a volar.

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