domingo, 1 de abril de 2012

Acercó el libro a su boca y palideció.
Perdió la compostura en un instante imperceptible y las lágrimas rodaron por sus mejillas.
Apoyada sobre la puerta del metro las luces pasaban a su espalda mientras ocultaba su cara tras trescientas páginas renuncias ajenas.

Y quién le dedicara una mirada de dulzura...

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